Hace unos días que estoy en “obras”. He reformado una casa familiar a la que amo, una casita de pueblo que me trae muy buenos recuerdos. He pintado paredes, techos, vigas de madera, he restaurado y barnizado muebles, he instalado lámparas, colgado cuadros, cortinas, seleccionado objetos decorativos míos, de mis antepasados, de personas importantes en mi vida,... y debo decir que la casa ha quedado realmente hermosa, a la vez que sencilla, racional, práctica,... como a mí me gustan las cosas. Ahora, que doy por finalizada la reforma y la decoración de mi adorada casa, ya puedo dedicarme a mis proyectos, a ordenar, a organizar otra vez mi vida.
“Vuelvo de nuevo en mí para sentir el enigma de los enigmas, y eso que llamamos el Ser.” Walt Whitman Pero cual ha sido mi sorpresa cuando lo que yo creía que habían sido unos pocos días ha sido en realidad ¡un mes y medio! Me he quedado estupefacta. No paro de preguntarme ¿cómo he podido perder la noción del tiempo? Es como si éste hubiera quedado suspendido, se hubiera detenido, como si pasado, presente y futuro se hubieran entrelazado y mi yo, o mi conciencia, o mi alma, se hubiesen trasladado a otro lugar, a otro espacio, sin tiempo. “Por más lejos que mires... existe un espacio sin límites más allá, por más que cuentes... existe un tiempo sin límites antes y después.” Walt Whitman Reflexionando sobre el concepto tiempo suspendido llego a la conclusión que esta sensación de estar en otro lugar donde no existe el tiempo me ha ocurrido en otras ocasiones. Me ocurre cuando estoy en un espacio que me permite captar una atmósfera que me conmueve, o cuando estoy creando, dibujando, pintando, diseñando,… o disfrutando de una obra artística, ya sea una pintura, una poesía, una obra de teatro, una obra de arquitectura,… “La atmósfera no es un perfume... no tiene el sabor de la destilación... es inodora, está hecha desde siempre para mi boca… estoy enamorado de ella, me iré a la orilla del bosque, me quitaré el disfraz y quedaré desnudo, me enloquece el deseo de estar en contacto con ella.” Walt Whitman
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El dominio de la luz en una obra artística es una tarea tan difícil que muy pocos son los privilegiados que lo han podido conseguir. Antiguamente, lo consiguieron Rembrandt y Velázquez en sus pinturas y, en la actualidad, lo han conseguido Tadao Ando y Alberto Campo Baeza en su arquitectura.
El control absoluto de la luz es tarea de magos, y esto lo saben muy bien el japonés Tadao Ando y el arquitecto español que en sus obras consiguen atrapar, expandir, condensar,... la luz. Dominarla a su antojo y crear espacios de gran sensibilidad en los que el juego de luces y sombras nos hacen vivir momentos infinitos. Este juego de luces y sombras aporta un toque de misticismo a sus obras y nos acerca al estilo de vida y al pensamiento oriental. Podemos observarlo en El elogio de la sombra del escritor japonés Junichirö Tanizaki cuando nos describe las terribles sensaciones que a él le producen los espacios excesivamente iluminados: "Por lo visto, en los últimos tiempos la luz eléctrica nos ha entumecido los sentidos y nos ha convertido, curiosamente, en personas insensibles a las inconveniencias que se derivan del exceso de iluminación. [...] Me duele un poco tener que poner ejemplos, pero, ¿no se solidarizan con mis tesis quienes hayan visitado una noche de verano el hall de entrada del Hotel Miyako en Kioto? [...] Lo que encuentra son techos blancos tachonados de grandes pantallas de fino vidrio lechoso tras las cuales potentes luces arden con furor [...] Además, donde una sola de esas ígneas bolas bastaría para iluminar el lugar han colocado tres o cuatro en el techo e innumerables otras, más pequeñas, en paredes y pilares, que no sirven más que para borrar las sombras que se forman en los rincones. De esta forma, en los interiores no queda nada que pueda recibir el nombre de sombra. Si uno recorre el lugar con la mirada, lo que ve son unas paredes blancas, unas gruesas columnas rojas y unos suelos en los que los colores más chillones se combinan en mosaico, todo lo cual se clava en la vista como una litografía recién impresa [...] Pero no ha sido más que un simple ejemplo, el problema no afecta solo a este hotel. El Hotel Imperial de Tokio lo ha evitado mediante una iluminación indirecta, pero incluso ahí se agradecería un ambiente más oscuro para el verano. Hoy en día, la iluminación de interiores ya no responde a la necesidad de luz para la lectura, la escritura o las labores. Ha pasado a servir simplemente para borrar las sombras de los rincones, y esto es incompatible con las ideas que teníamos sobre la belleza y la vivienda,..." Si reflexionamos sobre este texto nos daremos cuenta que borrar las sombras nos aleja de la belleza. Hay que hacer magia con las sombras ¡Ahí está la clave del misterio! Hoy quiero hablaros de uno de los edificios que más me gustan, se trata de unas Termas situadas en la localidad de Vals, en Suiza, y que fueron diseñadas por el arquitecto Peter Zumthor, o como a mi me gusta llamarlo, el poeta del espacio.
Zumthor es un arquitecto sencillo y no presuntuoso. Un arquitecto que ama la arquitectura y que realiza muy pocos proyectos, ya que cada proyecto lo trata de forma artesanal. Como nos explica en sus libros, lo más importante para él es captar la atmósfera de un espacio, su principal deseo es que cuando estemos en un edificio diseñado por él nos encontremos bien allí. ¿Cuántas veces hemos estados incómodos en edificios que, aparentemente parecen muy bien diseñados, pero que no funcionan? Estan realizados por un artista de renombre, pero no transmiten sinceridad, sus formas no nos dicen nada, son como una poesía hecha de palabras vacías, como dice Murakami: no hay significado, todo son símbolos. Para explicarme mejor, me gustaría trasladaros un texto de Haruki Murakami de su novela Kafka en la orilla, que al leerlo no pude dejar de relacionar con la arquitectura de Zumthor: "- ¿Te ha gustado la canción? - Mucho. - A mi también. Es preciosa y, a la vez, original. Sencillla, pero profunda. Dice mucho de la persona que la ha compuesto. - Claro que la letra es muy simbólica [...] - La poesía y el simbolismo siempre han estado indivisiblemente unidos [...] - ¿Crees que la señora Saeki comprendía el significado de los versos? [...] - No necesariamente. El simbolismo y el significado son dos cosas distintas. Es posible que ella lograra encontrar las palabras precisas sin usar procedimientos redundantes como el significado y la lógica. Debió de capturar las palabras de los sueños, como si agarrara suavemente por las alas una mariposa que volara por el espacio. Los artistas son capaces de evitar la redundancia. - O sea, que crees que la señora Saeki encontró las palabras en una dimensión distinta, un sueño, por ejemplo. - En los grandes poemas siempre sucede más o menos de esa forma. Si las palabras que contiene el poema no logran encontrar un túnel profético que las conecte con el lector, el poema no cumple su función como tal. - Pero hay muchos poemas que se limitan a fingirlo [...] - Exacto. Fingirlo es fácil. Basta con aprenderse un truco. Se utilizan palabras que parecen simbólicas y ya se tiene algo que se parece a un poema. - Pero [...] puedo percibir algo sincero. - Soy de la misma opinión. Las palabras de ese poema no son palabras vacías. Claro que ya no puedo calibrar con exactitud el poder de persuasión que poseen las palabras del poema por sí solas. Porque, dentro de mi cabeza, la letra y la melodía ya se han fundido en una sola cosa." Creo que este texto encaja a la perfección con la arquitectura de Zumthor: preciosa, original, sencilla, profunda,... ¿de dónde debe capturar Zumthor sus ideas? ¿por qué su arquitectura transmite tanta sinceridad? probablemente su inspiración venga del mismo lugar donde los grandes poetas extraen las palabras, porque si observáis las Termas de Zumthor veréis como los materiales y las formas se han fundido de la forma más precisa, como en la más bella poesía. |
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Septiembre 2024
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