Una de las máximas dificultades en el arte consiste en expresar el vacío, ya que el vacío es un concepto abstracto que puede tener diferentes interpretaciones en función del contexto cultural y filosófico. Son las filosofías orientales las que interpretan con excelencia el concepto de vacío:
Chantal Maillard en La sabiduría como estética nos descubre como el arte oriental expresa el vacío: “La vacuidad mental, que constituye una de las metas intermedias del camino budista, no es más que uno de los requisitos preliminares para el fin que pretende alcanzar el taoista: captar la ley del Tao significa comprender la armonía entre los opuestos, sus oscilaciones y la acción del vacío en lo que aparece y se percibe como opaco, lleno. Es cuestión, ante todo, por tanto de equilibrio, y esto es lo que el artista tratará de plasmar. El Tao tiene multitud de espíritus y desciende en las cosas como descienden los ríos por las colinas. Las venas del dragón recorren el universo. El Tao, dice Pu Yen-t´u (dinastia Tsing: ref. Cheng, F. 1991, 86) es un dragón en el cielo; un dragón que siempre se oculta tras las nubes o en la niebla pues, si se mostrase en su desnudez, carecería de misterio. Su infinito poder de fascinación reside en ese doble aspecto visible-invisible. Por ello, sigue diciendo Pu Yen-t´u, el paisaje debe combinar siempre lo visible con lo invisible. Los trazos inacabados, los espacios en blanco o la manera de “decir sin decir” permiten que la imaginación del receptor complete lo indicado. Lo fragmentario apunta a la totalidad mucho mejor que la obra terminada porque, sobre lo definitivo y completo, la mirada, teniéndolo que asumir, resbala, mientras que lo inacabado la arrebata, invitándola a seguir el movimiento indicado hasta acabarlo. El juego, por tanto, es doblemente creativo: el artista inicia el trabajo sugiriendo, y cada receptor lo completa interiormente. En esto consiste el gran valor de la abstracción en sus distintos grados, cosa que supieron entender muy bien los representantes del arte abstracto.” En definitiva, el vacío no debemos considerarlo carencia o inexistencia de algo, sino, al contrario, plenitud. Cuando conseguimos que las cosas estén a la vez presentes y ausentes, mantenemos el aliento vivo y el misterio intacto. No debemos temer lo inacabado, sinó más bien lamentar lo demasiado acabado. Hay que dejar volar la imaginación del espectador, incitarle a pensar. En Arte, la sugestión es la clave para expresar el principio del vacío. En el momento en que se sabe que una cosa está acabada, el espectador ya no puede cuestionarse nada. Se expresa el vacío en una obra de arte cuando el espectador tiene la necesidad de acabarla en su mente. Como dice Okakura Kakuzo en “El libro del te”: “No diciéndolo todo el artista, deja al espectador la ocasión de integrar su idea y es así como una obra maestra verdaderamente grande cautiva irresistiblemente nuestra atención hasta el punto de que creemos formar parte de ella. Descubrimos allí una cavidad, en la que podemos insertarnos y llenarla con la medida toda de nuestra emoción artística”
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Septiembre 2024
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